Vivir en las islas

Podarcis pityusensis formenterae aprovechando los primeros rayos de sol en Formentera.
Podarcis pityusensis formenterae aprovechando los primeros rayos de sol en Formentera.



La evolución nos afecta a todos los seres vivos; no es nada nuevo. Sin embargo, hay multitud de factores que hacen que la presión ejercida por la tan conocida (y no siempre comprendida) selección natural actúe de forma más contundente sobre unos organismos que sobre otros. El aislamiento geográfico es uno de esos factores que cuentan con un gran protagonismo en la historia evolutiva de los de seres vivos; y muchas veces conocer un poquito de la historia geológica de nuestro planeta nos ayuda a explicarnos por qué podemos encontrar una especie en una zona en particular y no en otra de condiciones similares.

Hoy nos ocupa el caso de la lagartija de las Pitiusas (Podarcis pityusensis), habitante de esas pequeñas islas mediterráneas tan conocidas (también por su biodiversidad) que son Ibiza, Formentera y los islotes que las rodean. Estas islas e islotes quedaron separados entre sí después de que la crisis del Messiniense hiciera que el Mar Mediterráneo se secase casi por completo al cerrarse su conexión con el Océano Atlántico (hace 5,96 millones de años) y posteriormente se rellenase de nuevo durante el Plioceno (hace 5,33 m.a.) tras abrirse lo que ahora es el estrecho de Gibraltar. Desde entonces se han mantenido emergidas y aisladas tanto del continente como de las otras islas, y la flora y fauna de cada islote ha evolucionado de forma separada en cada uno de ellos.

Durante este tiempo las distintas condiciones ambientales han actuado de diferente manera sobre las poblaciones de cada uno de ellos, favoreciendo la divergencia entre ellas. Así se explican las variaciones existentes entre las lagartijas que podemos encontrar en cada islote. Algunos autores apuntan hasta 23 diferentes subespecies que variarían tanto en coloración y tamaño como en el número de escamas gulares (en la región de la garganta) y de laminillas en el cuarto dedo.

En los islotes que llevan más tiempo separados de los demás (y sus lagartijas, por lo tanto, evolucionando aisladas durante más tiempo) existen poblaciones de lagartijas de mayor tamaño y de coloración más oscura que en los otros. Por supuesto, la selección de estas modificaciones no es fruto del azar sino de la competencia intraespecífica. Así, un mayor tamaño supone una ventaja frente a los individuos más pequeños, tanto a la hora de encontrar alimento como a la de buscar un escondite donde pasar el letargo invernal. Por eso es habitual encontrar a las lagartijas de mayor tamaño en los mejores escondites, más protegidos de los depredadores.

Además los colores más oscuros favorecen un mejor aprovechamiento de la radiación solar en las primeras horas de la mañana; y para estos animales ectotermos, que dependen de dicha radiación para activar su metabolismo, ponerse en marcha cada día antes que los demás ejemplares es sin duda una ventaja.

Y de propina...
Hasta tal punto dependen del calor del sol estas lagartijas que durante el verano, su temperatura corporal varía en un mismo día desde los 28,5ºC hasta los 41,5ºC.




Dominio
Reino
Subreino
Superfilo
Filo
Subfilo
Clase
Orden
Familia
Género
Especie
Eukarya
Metazoa
(Animalia)
Eumetazoa
Deuterostomia
Chordata
Vertebrata
Sauropsida
Squamata
Lacertidae
Podarcis
P. pityusensis

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